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La Sorrozuela es una urbanización en el municipio de Bareyo, cuya capital es el pueblo de Ajo; esta situada entre el faro y la desembocadura del río Campiezo, al final de la ría de Castellanos, o ría de Ajo. La costa es escarpada, agreste y salvaje, muy peligrosa; no hay playa, sólo queda un húmedo arenal durante la bajamar.

miércoles, 1 de julio de 2020

"Cosas que deja el mar" (*)

        
Un muestrario de objetos curiosos que llegan a la costa
Pulpos de Lego en el Atlántico
En febrero de 1997, a veinte millas de la costa de Cornualles, el buque ‘Tokio Express’ sufrió el brutal embate de una ola gigante, escoró hacia un flanco y dejó caer sesenta y dos contenedores. Uno de ellos estaba cargado con 4,8 millones de piezas de Lego, entre las que, por un juguetón capricho del destino, abundaban las de tema marino: acabaron en el Atlántico, por ejemplo, 4.200 pulpos de color negro, que se convirtieron en uno de los trofeos más codiciados en cuanto las figuritas empezaron a arribar a la costa. Han pasado más de veinte años y el litoral de Cornualles continúa recibiendo piezas en estado prácticamente perfecto, que provocan las delicias de los residentes de esta zona de Inglaterra pero, a la vez, sirven como demostración periódica del potencial del plástico para contaminar el medio ambiente. Frente al suceso perfectamente documentado que desencadenó este vertido multicolor, nos encontramos con la desconcertante aparición de un muñeco gigante de Lego, en 2007, en una playa de los Países Bajos. Al año siguiente, se encontró otro en el Reino Unido y el enigma se aclaró: el responsable es un huidizo artista holandés que se hace llamar Ego Leonard. En estos años, nuevos colosos sonrientes han visitado playas de Estados Unidos y Japón.
El misterio de los pies cortados
En los últimos trece años, el mar ha arrojado a la costa de Columbia Británica (Canadá) y Washington (EE UU) una veintena de pies humanos. La insólita frecuencia de este fenómeno no se ha llegado a explicar, pero sí se ha logrado identificar algunas de las extremidades como pertenecientes a personas que presuntamente se habían suicidado o habían caído al mar. Según han destacado varios expertos, muchos de estos pies están calzados con deportivas, que los protegen y los mantienen a flote: en el último episodio, ocurrido en septiembre del año pasado, las autoridades difundieron la imagen de una Nike Free RN de color gris para ver si alguien lograba identificarla. También hay quienes afirman que algunos de estos macabros hallazgos pueden tener que ver con los tsunamis ocurridos al otro lado del Pacífico.
La moto Harley que atravesó un océano
Desde luego, no sería la primera vez que el océano deposita en Canadá objetos que se ha llevado de Japón. En 2012, un hombre que recorría en su todoterreno la isla de Graham se topó con una Harley-Davidson Night Train que el mar había dejado en una playa. Un representante de la marca logró localizar al propietario: se trataba de Ikuo Yokoyama, un joven de la localidad japonesa de Yamamoto que había perdido a su padre, a dos hermanos y buena parte de sus posesiones en el tsunami del año anterior. La empresa se ofreció a reparar la motocicleta y transportarla gratuitamente a Japón, pero Yokoyama prefirió donarla al museo Harley-Davidson de Milwaukee, a modo de recuerdo de la tragedia. La distancia entre Yamamoto y Graham ronda los 6.500 kilómetros.
El mar, un cartero lento pero preciso
De todas las historias preciosas sobre botellas con mensaje arrojadas al mar, una de las más llamativas es la de Chunosuke Matsuyama, un marinero japonés del siglo XVIII que naufragó junto a 43 compañeros en una isla del Pacífico. La tripulación completa pereció por falta de agua, pero, antes de morir, Matsuyama lanzó al océano una botella con un mensaje grabado en madera de árbol. Un recolector de algas lo halló siglo y medio más tarde en las inmediaciones de Hiraturemura, el pueblo natal del desventurado marinero. Este relato, con el mar como cartero lento pero preciso, solo tiene una pega: más allá de su repetición a lo largo de los años, no parecen existir muchas pruebas de que sea real.
(*) Artículo publicado en El Correo, de Bilbao,  el 3 de mayo de 2020.