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La Sorrozuela es una urbanización en el municipio de Bareyo, cuya capital es el pueblo de Ajo; esta situada entre el faro y la desembocadura del río Campiezo, al final de la ría de Castellanos, o ría de Ajo. La costa es escarpada, agreste y salvaje, muy peligrosa; no hay playa, sólo queda un húmedo arenal durante la bajamar.

sábado, 30 de noviembre de 2013

Plano inicial (no definitivo) de la urbanización, pero de interés a título informativo

“La Sorrozuela” no tiene un plano oficial actualizado que responda a la configuración a día de hoy de las parcelas de la urbanización; el que se ha venido utilizando (o al menos uno de los más utilizados) es el que ponemos aquí arriba; procede, al parecer, de un documento notarial de 5 de junio de 1972.
Dicho plano fue modificado en los dos días siguientes, de hecho en el Registro de la Propiedad de Santoña está inscrita en agosto de ese año, una escritura, la de parcelación, de fecha 7 de junio de 1972, en la que se menciona expresamente que no existen las parcelas 22 y 27 (que sí aparecen en el plano), y por el contrario, se indica que la parcela 34 está repetida, en la que, es de suponer, sería la 34 bis, que no está reflejada.
Vamos a intentar localizar un copia suficientemente limpia, y sin interpolaciones, de este segundo plano, para escanearlo y "subirlo" también al blog.
Con posterioridad, y hasta fechas relativamente recientes, ha habido otros cambios más que, obviamente, tampoco están reflejados en esa, llamémosle, “foto fija” de la urbanización de hace exactamente cuarenta y un años y medio.
Ha habido, incluso, cambios en los elementos comunes: se ha eliminado un pozo que existía a modo de piscina infantil, que apenas tuvo uso.
Por otra parte, nunca figuraron en el plano la caseta junto al mar donde estaba la motobomba para la extracción de agua de la ría para la piscina; desapareció la pista de baile y el jardín anexo, junto al Club Social, para construir sobre ellos la actual pista polideportiva; tampoco aparece en el plano el pequeño embarcadero en forma de “T”, al final de las escaleras de bajada al mar, ni el casetón donde se guardaban piraguas, zodiacs, útiles de pesca …ni una bolera tradicional cántabra que se habilitó durante unos años en un "resto" de urbanización, en zona verde, entre el Club Social y las rocas del mar.
Es posible que proceda confeccionar un nuevo plano de "La Sorrozuela" que refleje el actual estado de cosas en la urbanización, incluidas las tres nuevas barreras interiores; habrá que pensarlo y, en su caso, presupuestar el gasto y someter la decisión a una junta general de propietarios.
Por cierto, además del post monográfico de hoy, añadimos el plano de la imagen a la entrada del pasado 12 de septiembre, que reúne todo tipo de planos y fotos panorámicas de “La Sorrozuela” (pinchar aquí para enlazar).

martes, 26 de noviembre de 2013

Circular de 26 de noviembre de 2013, a los copropietarios de "La Sorrozuela"

COMUNIDAD DE PROPIETARIOS

CIUDAD RESIDENCIAL
“LA SORROZUELA”

39170 AJO (Cantabria)
lasorrozuela.blogspot.com


Ajo (Bareyo), a 26 de noviembre de 2013.

            Estimado copropietario:

            Esta es la tercera ocasión en que nos dirigimos desde la Junta de Gobierno a los copropietarios de “La Sorrozuela” desde la fecha en que nos constituimos, el pasado 3 de agosto. Y lo hacemos para informaros que disponemos desde hace algunas semanas de dos sistemas de comunicación, que deseamos que todos conozcáis.

            Fue precisamente en esa primera reunión de la nueva Junta de Gobierno en la que tomamos la decisión de autorizar “la creación de un blog relativo a “La Sorrozuela”, en el que se recoger(á) información de interés para todos los propietarios sobre los asuntos comunes. El proponente fija como previsión razonable el mes de septiembre de 2013.”

            En el plazo previsto se ha puesto en marcha el blog (lasorrozuela.blogspot.com); hicimos las primeras pruebas el lunes 9 de septiembre, aún está “en mantillas”, con pocos contenidos y hay aspectos de diseño manifiestamente mejorables, no en vano ninguno de los miembros de la Junta de Gobierno somos profesionales de estas cosas y muchas se nos escapan, pero con la ayuda de todos lograremos el objetivo previsto de tener fácilmente accesible, y concentrada en un único lugar, información valiosa para todos los copropietarios (del pasado, del presente y del futuro); bien con contenidos de elaboración propia, bien por medio de enlaces (tabla de mareas, el tiempo, Ayuntamiento, Guardia Civil, legislación vigente, etc.).

            Por otra parte, os informamos que la C. P. “La Sorrozuela” dispone de un teléfono móvil, que está en poder del empleado de la Comunidad y abierto durante su horario laboral exclusivamente para gestiones de trabajo. Si no recordamos mal una experiencia similar se puso en marcha en el año 1999; de hecho, se informó del asunto a todos los copropietarios en el anexo al acta de la junta general de 4 de abril de 1999, que reflejaba lo siguiente:

Existe un teléfono móvil … y está en manos del empleado de la Comunidad. // Este teléfono está conectado en horario laboral …, y solamente será utilizado en casos de extrema urgencia. … //
Esperamos que este servicio, sea utilizado debidamente, solo en casos de extrema necesidad, un uso indebido del mismo, nos obligaría a tomar las medias oportunas.”

            Desconocemos las razones por las que aquel teléfono dejó de existir, pero ya la Junta de Gobierno predecesora a la actual tomó la decisión de recuperar un teléfono móvil para la Comunidad, así que os informamos que el número es el 629.***.***, el titular de la línea es la C. P. “La Sorrozuela” y su régimen de funcionamiento es el ya mencionado: está en poder del empleado de la Comunidad, es para recibir llamadas en relación con su trabajo y él sólo puede llamar a la Administradora (en su caso al Presidente), y por razones de urgencia a determinados servicios básicos (Ayuntamiento, Servicio de Aguas, Guardia Civil, etc.). Los copropietarios sólo podrán llamar al empleado en casos de extrema urgencia o necesidad.

            Confiamos, y estamos seguros, que estas dos novedades (blog y teléfono móvil) serán bien recibidas por los miembros de la Comunidad de Propietarios de “La Sorrozuela”, en la línea de transparencia y participación implantada por esta Junta de Gobierno.

Por la Junta de Gobierno de “La Sorrozuela”,
El Presidente de la Comunidad,

martes, 19 de noviembre de 2013

En noviembre, tiempo de madroños en “La Sorrozuela”

Este último fin de semana ha llovido a mares en “La Sorrozuela”, hasta se ha medio inundado el salón del Club Social, por filtraciones en los ventanales que tienen orientación norte, y ha empezado a hacer frío, mucho frio, pero los ratos en que ha escampado, pasear ha resultado muy apetecible; el paisaje cantábrico otoñal tiene también su encanto y en noviembre es la época del madroño, cuyos frutos están en sazón, así que se ha podido hacer recolección de sus bayas.

Algunos pensábamos en nuestra infancia que el madroño era un árbol, o un arbusto, abundante en Madrid, no en vano el oso y el madroño son las figuras emblemáticas del escudo de la ciudad, pero Madrid es, precisamente, una de las zonas de España donde no existen, porque las condiciones climatológicas y ambientales no lo permiten; en Madrid ya no hay actualmente (si alguna vez los ha habido), ni osos ni madroños, pero donde si hay de los unos y de los otros es en Cantabria, los primeros cerca de “La Sorrozuela” (en Cabárceno sin ir más lejos), y los segundos abundantemente dentro de la urbanización, y en esta época del año, están para comérselos (los madroños, no los osos), aunque, dicen, no hay que abusar, que los frutos del madroño tienen un cierto contenido de alcohol.

          En este fin de semana han “caído” unos cuantos, aunque no en cantidad excesiva a lo que parece, porque durante la ingesta no notamos ninguna señal de ebriedad … ni al día siguiente tuvimos resaca.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Un sucedido curioso: la mar devuelve casi siempre lo que no es suyo, Neptuno mediante

Fue un pequeño accidente, una leve imprudencia o simplemente un lance del deporte: el penúltimo domingo de septiembre, el día vigésimo segundo del mes, teníamos una marea viva, aunque ya iba a menos, con pleamar a las 19.13 horas, según la tabla del Puerto de Santander; caía la tarde, eran ya pasadas las 7 P.M., empezaba a “picarse” la mar, entraban negros nubarrones y se había oscurecido definitivamente el día. No había ni un alma a la vista.
En ese momento arribaba al puertecillo de “La Sorrozuela” una piragua; bueno, eso era un suponer, porque el puerto ni se veía, estaba un metro por debajo del nivel del mar, y batían las olas, y se hacía de noche por momentos. El desembarco debía ser necesariamente en las escaleras de hormigón que salvan la diferencia de cota entre el puerto y el camino, varios metros de roca vertical.
La maniobra, ya ensayada con éxito en muchas ocasiones anteriores, esta vez fracasó, seguramente porque el cansancio impidió al remero afrontar la operación con la tensión requerida, así que, tras saltar a tierra, con el agua hasta la cintura y por no tener los reflejos suficientes para poner inmediatamente la piragua de proa a las olas, estas atacaron al endeble navío por estribor, elevándolo y lanzándolo encima del remero, de tal manera que la piragua en su caída impactó sobre su espalda; el remo y bidón de transporte estanco saliendo despedidos y se los llevó la marea, que afortunadamente era todavía ascendente, ría arriba, no así las ruedas auxiliares para los recorridos por la calzada, que no se desengancharon del todo, y pudieron ser asidas “in extremis”, y desde el agua, lanzadas hábilmente al descansillo de las escaleras, muchos peldaños arriba, fuera de la acción de las olas. Por fortuna la embarcación estaba férreamente asida por las musleras (artilugio adecuado para, en otras circunstancias, “coger olas”), por lo que no se la llevó la fuerza del agua.
En tan comprometida situación había que hacer algo  en décimas de segundo, era necesario tomar una decisión: abandonar las pertenencias arrebatadas por el furor de la naturaleza, que parecía querer desatarse y cobrar su tributo, o luchar contra los elementos para salvar la embarcación y el equipamiento, además de la honrilla marinera del nauta. Y la decisión se tomó, el auto rescate parecía relativamente fácil: sólo había que encaramarse al navío, tumbarse a la manera en que lo hacen los surfistas sobre su tabla, remar con manos y brazos hasta los pertrechos que flotaban ría arriba, recuperarlos, y después volver a intentar el desembarco con más rigor y a la espera de mejor fortuna; la única dificultad estribaba en que la mar estaba picada, las olas rompían allí mismo y se estaba haciendo de noche. Había que echarle una de determinación (por no decir otra cosa) y actuar con rapidez.
Y la decisión fue la que manda la tradición centenaria de los marinos españoles, esa que dejó escritas infinidad de páginas de gloria en los anales de la historia, esa que permitió acuñar la frase (Felipe II, dixit) de que la Armada Invencible fue a luchar contra hombres, no contra los elementos.
El piragüista se encaramó 4 ó 5 veces a su navío, y en todas las ocasiones (menos en una, la última, la definitiva) la siguiente ola volcó la embarcación, descabalgó al intrépido, y a la par, torpe navegante, y le lanzó de nuevo al agua; en la primera caída el pie izquierdo tocó fondo entre dos rocas, sufriendo un fuerte rasponazo en dedos y empeine, y la sangre comenzó a fluir, ¡menos mal que no había tiburones en las proximidades!; en la segunda de ellas la fuerza del agua le arrebató las gafas (¡atención que esto no es un McGuffin!), por lo que la operación se complicó todavía más, porque seis dioptrías son exactamente eso … ¡seis dioptrías!.
¡Más problemas!, cada vez resultaba más difícil enderezar la piragua tras cada vuelco, ¿pesaba más o es que las fuerzas se iban agotando?; ¡realmente pesaba más!, pero también las fuerzas iban a menos, el tambucho de estribor había quedado mal cerrado, consecuentemente la piragua había perdido estanqueidad y embarcaba agua cada vez que volcaba, se sumergía y quedaba quilla arriba.
Sin gafas, haciéndose de noche, con las aguas que se embravecían por momentos y cerquísima ya la pleamar  … había que hacer un esfuerzo adicional y ponerle un poco más de maña a las maniobras de salvamento: alejarse de tierra y de la rompiente, empujar la piragua unos metros hacia el mar, para evitar la acción de las olas al romper y a partir de ahí recomenzar las operaciones: ¡mano de santo!, ¡dicho y hecho!, a la primera el sufrido y herido marinero abordó de panza la embarcación y se situó, reptando, cerca de la proa; instalarse y comenzar a remar fue todo uno, las manos hacían de improvisadas palas, y producían un avance significativo, enseguida llegó al remo de verdad, lo asió férreamente, cambió de posición sobre la piragua, de tumbado en la proa pasó a sentarse en el habitáculo que le es propio, de ahí unas paladas enérgicas en dirección al bidón estanco, que flotaba a la deriva a unos metros de distancia, el trayecto fue rápido, recuperó el bidón, lo instaló en el hueco diseñado para ese fin en la popa, tras el asiento del remero …, recuperados los pertrechos ya sólo procedía pensar en cómo desembarcar apropiadamente en el segundo intento, y, a ser posible, con más éxito que en el primero.
Se preparó para la maniobra, reptó de nuevo por la proa hasta el tambucho de babor, donde estaban las sandalias de agua, las cogió, aseguró el cierre, volvió al asiento y se las calzó, dedicó después unos minutos a observar el estado del mar, la secuencia de las olas, para encontrar pequeños periodos de calma y, alternativamente, las más potentes, se trataba de arribar al puerto en el momento de mayor tranquilidad o esperar una gran y potente ola para salvar unos peñascos y llegar a tierra en otro punto distinto, pero próximo; como la tranquilidad suficiente no existía, sino que el temporal iba a más, la opción fue la segunda: cabalgar una buena ola, superar el obstáculo rocoso y quedar plácidamente sobre la plataforma posterior, casi lisa y sin apenas rocas sueltas, el problema era “sólo” llegar, ¡y llegó!, la ola fue buena, superó el obstáculo y depositó la frágil embarcación en lugar seguro, aunque fue preciso arrastrarla todavía unos metros para que no le alcanzaran las embestidas del mar, ni el flujo y reflujo de las olas. ¡Y todo sin gafas!.
El lugar de arribada distaba algo de las escaleras, a pie se podía llegar, no sin dificultad, por la pared de roca, pero no con la piragua al hombro, así que buscó entre la maleza la forma de ascender al camino, por el terraplén lleno de arbolado y vegetación, incluidas zarzas; subió sin producirse mayores rasguños, aparte de los que ya tenía, regresó a casa para coger un buen cabo de 15 ó 20 metros que le permitiera izar la piragua por el mismo lugar hasta tierra firme.
Al volver ya provisto de elementos para el rescate de la embarcación, se encontró por la zona a Jóse, un gran aficionado a la pesca, tanto desde tierra como desde mar adentro, y dueño de un barco cabinado de cierto porte que suele fondear en la zona; y como no podía ser de otra manera, porque la solidaridad aún existe entre los amantes de la mar, Jóse se aprestó a ayudar al piragüista en la recuperación de su modesto navío. Entre dos hombres fornidos ya se podía trasladar la piragua a seco por la vía natural: uno la llevaría con mucho cuidado por las rocas, con el agua a ratos hasta la cintura y en el punto crítico, en un paso imposible para uno solo, la izaría por la popa hasta que el otro pudiera cogerla por la proa. Parecía factible desechar la idea de arrastrarla por el tramo de monte, corto, pero empinado y lleno de maleza, que separa la rivera del mar del camino. Y así se hizo. Pero no resultó fácil, el mar no dejaba de romper con fuerza y el voluntarioso rescatador, vestido de calle, acabó mojado hasta la coronilla, pero con su inapreciable ayuda la operación concluyó con éxito; todos sanos y salvos, todo recuperado, excepto las gafas, que habían quedado a merced del temporal y quien sabe si camino de la Pérfida Albión, arrastradas mar adentro hasta los confines del Cantábrico.
¡Ay, las gafas!, ¿dónde estarían realmente en ese momento?, porque eran muy ligeras, apenas unos gramos de peso: pequeñas, montura mínima de titanio (como la cubierta del Guggenheim Museum de Bilbao) y cristales orgánicos reducidos. Las dimos por perdidas, un modesto tributo a los dioses del Olimpo, encabezados por el mismísimo Neptuno: salvamos la vida (un mal golpe contra las escaleras de hormigón habría resultado fatal), no hubo más daños personales que las pequeñas heridas en el pie izquierdo, los mil euros largos que constaron las gafas, una miseria sin importancia.
Un par de días después nos dimos un paseo por la óptica y encargamos otras, aunque no fue fácil dar con un diseño prácticamente idéntico, ¡pero finalmente lo encontramos en un catálogo de monturas!
Los fines de semana siguientes el tiempo fue en general bueno, otoñal pero bueno, ideal para los paseos, incluso alguno permitió baños en el mar a mediodía. La piragua, sin embargo, tras ser mangueada con agua dulce, pasó a la situación de reposo de invernada, hasta la próxima primavera.
La sorpresa surgió casi un mes después, el domingo 20 de octubre cuando el piragüista y Jóse coincidieron casualmente en el embarcadero contemplando el mar; y Jóse le dijo: “Tengo algo para ti … ¡han aparecido tus gafas!, luego pasas por casa y te las doy”. Sorpresa, pero no incredulidad, alegría, curiosidad, ¿cómo estarían tras un baño continuo de inmersión en agua de mar de casi un mes?.
Y una pregunta (o varias encadenadas): ¿cómo han aparecido?, ¿cuando?; ¿dónde?, ¿quién las ha encontrado?; las respuestas fueron fáciles: las ha encontrado una chica que suele venir a “La Sorrozuela” en bajamar a pasear a su perra por el arenal, una Labrador Retriever, versión adulto del cachorro del anuncio de Scotex; ¿y cómo es la chica, para que si le veo le pueda agradecer su detalle?: joven, menuda, atractiva, simpática, muy buena gente; han aparecido medio enterradas cerca del lugar donde el mar se las arrebató al piragüista en el naufragio; creía recordar que el hallazgo fue el 16 de octubre; y no estaban del todo mal, dijo que algo arañadas por la acción combinada de agua, arena y rocas, dentro de una batidora movida por la fuerza motriz de las olas, a ratos muy bravas, pero estaban bien, dentro de un orden. ¡Había que verlas!.
            El reencuentro con las gafas acreditó que habían aguantado bastante bien el temporal, los golpes, el salitre y casi cuatro semanas a la intemperie y bajo el agua, al ritmo de las mareas: la montura estaba perfectamente bien, ni un átomo de oxidación en el titanio, el plástico del final de las patillas había mudado de color, pero estaba bien, y sí, sólo las lentes presentaban un cierto deterioro, por los arañazos de tanto ir y venir mecidas o arrastradas entre rocas y arena.
            Decíamos al principio que la mar devuelve casi siempre lo que no es suyo, Neptuno mediante, así ha sido en esta ocasión; hace unos días alguien nos dijo que una hija suya había perdido una mochila en la playa, en un descuido se la llevó el mar, pero unos días después recibió una llamada de la Guardia Civil diciéndole que había aparecido, y prueba de ello era que le llamaron por la documentación que contenía, incluido el documento nacional de identidad de la joven.
            Adquirido ya un modelo prácticamente idéntico, las viejas gafas merecían, por su aventura, otra oportunidad, una segunda vida útil: reparadas en lo posible servirán para futuras travesías por la ría de Castellano, o de Ajo, o de Isla, o de Campiezo, y también para otras prácticas deportivas algo agresivas para las lentes: sesiones dobles de spinning un día sí y otro también.
            Para cerrar el círculo ya sólo quedaba localizar a la paseante playera, y a su perra, o más bien a la paseante por su perra, para agradecerle el detalle, porque bien podría haber “pasado” de recoger unas gafas en la playa y esforzarse en localizar a su posible propietario. Y de nuevo la diosa Fortuna se hizo presente para colaborar con el dios Neptuno, el 2 de noviembre apareció por la urbanización Olga, que así se llama la dama, acompañada por su perra, para pasear por la playa y permitir al animal que se bañara en el mar, aunque en este día poco iba a poder ser, porque el temporal que hemos sufrido en el "puente" del 1 de noviembre ha sido fortísimo.
            Saludo, presentaciones, agradecimiento y la concreción de algunos detalles: las gafas aparecieron a 10 metros del lugar concreto en que cayeron al mar, sobresalían parcialmente en la arena entre el puertecillo de “La Sorrozuela” y la lengua de agua más próxima del río Campiezo. Olga las recogió y se las entregó a Jóse, porque Jóse, en una jornada de pesca en la zona había perdido unas gafas suyas, seguramente cuando preparaba los aparejos en ese mismo lugar, y Jóse se lo había comentado a Olga en uno de sus paseos con la perra, que Jóse también tiene otro can; otra de las coincidencias es que, como queda relatado, Jóse ayudó en el rescate de la piragua y sabía de la pérdida de las gafas del naufrago, y lógicamente si las aparecidas no eran las suyas … pues “blanco y en botella”, sólo podían ser las del piragüista naufrago.
            Y aquí concluye la historia o el sucedido; ahora sólo falta que Neptuno, o mejor, una bella sirena cántabra, devuelva las gafas de Jóse: el hombre se lo merece.
            Y en lo que a nosotros respecta: muchas gracias, por este orden, a Neptuno, a Olga y a Jóse, aunque bien podría ser a Jóse, Olga y Neptuno, porque, parafraseando el axioma matemático, el orden de los factores no altera, ni disminuye, el mucho agradecimiento a todos. F.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Evolución de las cuotas de la C.P. “La Sorrozuela”, expresadas en euros (o Ptas.)/m2/trimestre

       La cuota ordinaria de Comunidad actualmente vigente es de 0,16 euros/m2/trimestre (J.G.O. de 29-04-2012, con efectos al 2º trimestre de 2012).

Las cuotas de Comunidad de los últimos años han sido las siguientes (se indican las fechas de la Juntas Generales Ordinarias o Extraordinarias que las establecieron, ordenadas cronológicamente de más reciente a más antigua, y el importe aprobado, así como otras circunstancias relevantes):

- 29-04-12 (J.G.O.): 0,16 euros/m2/trimestre (con efectos al 2º trimestre de 2012, supuso la primera rebaja, por un cálculo erróneo en la fijación excesivamente alta de la anterior cuota de 0,20 €/m2/tr.); pero en el primer trimestre del 2010 la cuota cobrada fue de 0,20 €/m2/trim.

- ((2011: no se pasó al cobro la cuota del tercer trimestre de 2011(en el mes de julio), porque, al parecer, el saldo bancario era muy alto debido que la cuota entonces vigente (0,20 €/m2/trim.) era excesivamente alta, por un cálculo erróneo en su aprobación. Por consiguiente, en el año 2011 se pagaron en total 0,60 €/m2/año, repartidas en tres recibos, que, en definitiva, representó en promedio trimestral, el pago de una cuota de 0,15 €/m2/tr.)).

- 25-04-10 (J.G.O.):
- el ejercicio 2009 presenta un importante déficit, se acuerda una cuota retroactiva de 0,14 euros/m2/trimestre (con efectos retroactivos a 01-01-2009, y para ese ejercicio ’09, al objeto de sufragar el déficit; se cita como “cuota de ajuste”, la diferencia se cobra mediante derrama cargada el 7 de junio de 2010).
- 0,20 euros/m2/trimestre (con efectos a 01-01-2010). Se actualiza la cuota en el recibo del tercer trimestre; y se cobran los atrasos de los dos primeros trimestres mediante derrama de 3 de septiembre de 2010.

- 17-05-09 (J.G.O.): se mantiene la cuota de 0,13 euros/m2/trimestre, pero el ejercicio 2008 presenta un importante déficit, por lo que se acuerda una cuota retroactiva de 0,55 €/m2/año (que supone 0,1375 euros/m2/trimestre), con efectos retroactivos a 01-01-2008, y para ese ejercicio ’08, al objeto de sufragar el déficit.
Sin embargo la Administradora en su hoja de “regularización de cuota de 2008” (anexo a su nota de 4 de junio de 2009, de traslado de los acuerdos de la J.G.O. de 17-05-09) comete dos graves errores:
· 1º: aplicar como cuota anual 0,56 €/m2 (en lugar de los acordados 0,55 €/m2).
· 2º: omitir que además de las cuatro cuotas trimestrales abonadas en el 2008 (de tres importes distintos por un error en los atrasos), se abonaron atrasos el 20 de agosto de 2008 (dato importante que no tiene en cuenta en los cálculos de la cuota de regularización).
La cuota resultante de regularización de 2008 (con los dos errores expresados) se pasó al cobro de los propietarios el 6 de agosto de 2009.

- 27-04-08 (J.G.O.): 0,13 euros/m2/trimestre (con efectos retroactivos a 01-01-2008). Se actualiza la cuota en el recibo del tercer trimestre. Sin embargo hay un grave error en cuanto a los “atrasos” del 1 de enero al 30 de junio; el 20 de agosto de 2008 se pasa una derrama por los atrasos, pero no de los 2 primeros trimestres, sino de los 4 trimestres del año, por lo que, para corregir el error, en la cuota del 4º trimestre se hace lo siguiente: se parte de la cifra actualizada y se descuenta la diferencia de los dos últimos trimestres, cobrada indebidamente el 20-08-08 (ya que el tercero se cobró bien y el cuarto también).

- 26-03-06 (J.G.O.): 0,12 euros/m2/trimestre (con efectos al 2º trimestre de 2006).

- 06-08-00 (J.G.Extr.): 0,10 euros/m2/trimestre (con efectos a 01-01-2001, la cuota de Comunidad se convirtió al euro y se incrementó).

- 09-08-98 (J.G.Extr.): 12 Ptas./m2/trimestre (con efectos a 01-01-1999).

- 29-09-91 (J.G.O.): 10 Ptas./m2/trimestre (con efectos a 01-01-1992).

- 14-10-90 (J.G.Extr.): 8 Ptas./m2/trimestre (con efectos a 01-01-1991).

- 1986: 5,5 Ptas./m2/trimestre.

domingo, 3 de noviembre de 2013

El 3 de noviembre hay residentes que se siguen bañando en la ría

Pues sí, en el "puente" del 1 de noviembre el temporal en el mar era de los más espectaculares (mucha gente se acercó a la costa en nuestra urbanización para fotografiar cómo rompían las olas sobre los acantilados circundantes), pero la temperatura era suave (había viento sur); de los tres días llovió el sábado, el domingo le costó levantar, pero a las 13.00 h. lucía un precioso sol, hacía calor y la marea, aunque subía rápidamente impulsada por la fuerza del temporal, estaba aún baja, de hecho, un barco atracado cerca descansaba de panza sobre la arena.
Así que varios residentes bajaron al arenal, algunos (sobre todo ellas) en traje de baño, y hubo quien no perdonó darse un chapuzón. Y es que las personas valientes son capaces de bañarse en el Cantábrico en noviembre, a poco que el tiempo les de una corta tregua.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Gran temporal en el Cantábrico a primeros de noviembre

Gracias a una simpática colaboradora, que no desea ser citada, tenemos estas imágenes del temporal, fueron tomadas el sábado 2 de noviembre de 2013, y dan una buena idea de lo que se vivió en nuestra urbanización. En esta primera foto, tomada desde la parcela 14, se pueden apreciar las olas rompiendo en la entrada de la ría y, al fondo, contra los acantilados de Isla.

En esta segunda foto, tomada desde La Ojerada, se pueden ver grandes olas rompiendo en lo que sería la proa de la urbanización, los acantilados sobre los que están las parcelas 12 y 13, cuyos chalets se van arriba a la derecha; seguro que la espuma de las olas empapó a quienes pudieran estar en el jardín.

Esta tercera foto esta hecha en La Ojerada y muestra uno de los sifones que provocan los grandes temporales: la potencia de las olas hace que por las oquedades del acantilado salgan con gran fuerza chorros de agua de mar a presión que alcanzan una buena altura.