Casualidades de la vida, este verano deambulando
por el arenal en bajamar, de regreso del molino de marea de Castellano, nos
acordamos del “Prestige”; no se si llegamos a maldecir su mala estrella, no se
si mentamos a la santa madre del capitán o simplemente, con resignación bíblica
y actuando como los buenos ciudadanos, recogimos la “galleta” de chapapote que
estuvimos a punto de pisar.
¡Ay, la maldita “galleta”!, en realidad
un goterón de fuel de considerables dimensiones, rebozado en arena, que descansaba
sobre el lecho de la ría; la recogimos, las sacamos del arenal, se la quitamos
de encima al mar y evitamos que continuara contaminando el medio ambiente.
Fue el 3 de septiembre de 2013 y
entregamos el “regalito” a los pintores que ese día se afanaron en rotular la
señalización horizontal de la urbanización; pensamos que era la mejor forma de
desechar el chapapote, junto a los restos de pintura, envases, disolventes y
otros productos químicos que esos profesionales manejan en su trabajo; se
hicieron cargo de residuo contaminante de fuel con la promesa de deshacerse de
él de una manera adecuada.
Los periódicos del 14 de noviembre nos
hicieron recordar la anécdota: el encuentro con la última “galleta” de
chapapote recogida en nuestra ría, porque ese día todos los medios informativos publicaron, con gran despliegue tipográfico, la noticia de que la víspera, el
13 de noviembre, la Audiencia Provincial de La Coruña hizo pública la sentencia por el naufragio del “Prestige”, que se fue a pique hace exactamente once años
(“tempus fugit”), el 19 de noviembre de 2002, aunque llevaba varios días
perdiendo a chorros su contaminante carga.
La
memoria es frágil y puede fallarnos a la hora de intentar recordar como nos afectó
a “La Sorrozuela” el derrame de las 62.000 toneladas de fuel de pésima calidad
que el “Prestige” transportaba en los tanques de la bodega.
Nos situamos en la primavera y verano
del 2003, aunque puede que antes hubiera alguna afectación en nuestro tramo de
costa, porque a Galicia la contaminación llegó incluso antes del hundimiento.
En nuestro caso, recordamos que fue
instalada una barrera oceánica 200 ó 300 metros ría adentro, desde la cala de Santiago hasta el otro lado de la
ría, en el extremo más interior de la playa, ya en Isla, y en ese punto, único
de acceso rodado (y no fácil), sobre la duna (por cierto, cada día más mermada)
hubo un puesto observación, que consistía en una o dos personas con un
todoterreno y, creemos recordar, un foco no demasiado potente, apuntando a la
barrera.
“La Sorrrozuela”, aunque esta situada en
una de las zonas más septentrionales de la costa española, y por tanto, más
expuestas a las corrientes marinas de poniente, tiene la fortuna de estar al
abrigo del Cabo de Ajo, aún con eso, algo nos manchó el “Prestige”, pero muy
poca cosa en comparación con el drama de la costa de Galicia.
Seguramente la Administración dispuso de
cuadrillas de trabajadores para la recogida del vertido que llegaba a nuestra
ría, no coincidimos nunca con ellas, y sólo en algunas ocasiones pudimos ver
los bolsas de plástico en cuyo interior se supone que estaban las “galletas” de
chapapote recogidas.
Sí nos tocó enfrentarnos con algunas de
esas “galletas”, bien flotando arrastradas por las mareas ascendentes, bien
depositadas en la arena en marea baja; nos consta que muchos vecinos de nuestra
urbanización colaboraron en la medida de lo posible en la limpieza de la ria:
vimos como desde zodiacs, e incluso piraguas, se recogieron mucha de esas
“galletas contaminantes”, y como algunos paseantes bajaban a la ría con bolsas
y guantes de plástico para retirar las que pudieran encontrar.
Creemos recordar que la barrera
permaneció instalada hasta pasado el verano del 2004, probablemente estuvo instalada
más de año y medio, y fue bastante eficaz, aunque no infranqueable, porque ría
arriba también retiramos restos de chapapote con forma, tamaño y aspecto más de
hamburguesas que de galletas.
¿Ha sido justa la sentencia sobre el
“Prestige”?, posiblemente sí; con toda certeza las leyes aplicables son muy
insuficientes y, por otra parte, el Derecho Internacional aún está en
mantillas.
De todas formas las consecuencias del
vertido del “Prestige”, aunque atenuadas, aún no han desaparecido; datos
recientes (seguramente extraídos del sumario) indican que un año después del
naufragio se habían recogido en tierra 114.000 toneladas de residuos (con un
contenido de unas 23.000 toneladas de fuel), y en el mar la recogida había sido
de 53.000 toneladas (de las que unas 22.000 toneladas eran de fuel), es decir,
en total se habían retirado unas 45.000 toneladas de las 62.000 derramadas …
siguen faltando 17.000 toneladas, algunas quizás fueron recogidas en los años
siguientes, quizás siguen flotando en los confines del Atlántico, quizás se
precipitaron al fondo del mar y está enterradas bajo toneladas de arena … hasta
que un gran temporal remueva los fondos y salgan a flote.
Así que, lamentablemente, es más que
probable que la pasta de fuel, rebozada en arena, que recogimos ese pasado
verano en la ría, casi once años después del desastre, no sea la última que
veamos. ¡Estaremos ojo avizor!.
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