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La Sorrozuela es una urbanización en el municipio de Bareyo, cuya capital es el pueblo de Ajo; esta situada entre el faro y la desembocadura del río Campiezo, al final de la ría de Castellanos, o ría de Ajo. La costa es escarpada, agreste y salvaje, muy peligrosa; no hay playa, sólo queda un húmedo arenal durante la bajamar.

viernes, 8 de febrero de 2019

Un ejemplo a seguir ... ¡cuidemos las playas de nuestro entorno!

Interesante historia la que hemos leído hoy en El Correo, de Bilbao, es difícil añadir nada, ni aportar ninguna idea adicional. Solo pedir que cunda el ejemplo: si todos hacemos lo mismo que esta “joven” septuagenaria británica, aplicado al privilegiado entorno que disfrutamos junto a nuestras casas, tendremos la garantía de que nuestro pequeño paraíso tiene el futuro garantizado.
Copiamos seguidamente el texto de la información que en el periódico sigue a la foto que hemos puesto aquí arriba:
La epidemia del plástico comenzó con mi generación. Tenía obligación de hacer algo.
Al otro lado del Canal de la Mancha no todo son convulsiones derivadas de la frenética montaña rusa en que se han convertido las negociaciones del Brexit, o bien del último golpe de tiara de Meghan Markle. Pat Smith vive ajena a lo uno y a lo otro. Sus preocupaciones las trae la marea desde que el Día de la Madre de 2017 fue al cine y vio ‘Un océano de plástico’, el multipremiado documental sobre el salvaje nivel de contaminación del mar. Regresó a casa removida. Tanto que «aquella noche no pude dormir». «Yo nací en el 48, al comienzo de la revolución del plástico. Mi generación creó la epidemia. Tenía que hacer algo», explica. Empezó a rumiar una respuesta individual, pero de alcance: iría al encuentro del mar y retiraría la basura que devuelve al litoral de Cornualles, la abrupta barbilla de Gran Bretaña, donde vive. Lleva un año aplicada a esa misión y ya ha dejado como la patena 52 playas de su condado y de Devon. Ella solita.
En ese tiempo, cada semana se ha enfundado al menos una vez las botas y los guantes, y empuñado un bastón con pinzas para peinar un arenal y liberarlo de todos los desperdicios. «Mucha de la basura que he recogido son artículos que usamos a diario. Resulta impactante encontrarlos contaminando nuestras hermosas playas», admite. También ha recolectado kilos de espuma de poliestireno, decenas de metros de redes de pesca con pesas, plumas y anzuelos, una «trampa mortal para la vida marina», cientos de plásticos enrollado a las algas y, también, muchas bolsas con excrementos de perro en su interior «que obviamente fueron arrojadas por sus dueños mientras paseaban cerca del mar, pese a tener cerca contenedores para ello», censura.
Lloviera o tronara, la señora Smith nunca ha faltado a su cita semanal. En ocasiones, pocas, se le han unido otros voluntarios. En otras, la han tomado por una presidiaria tratando de redimir su pena con trabajos comunitarios, cuenta divertida. «Cuando les digo que es una responsabilidad de todos limpiar la basura se quedan extrañados. La gente no entiende que hago esto de forma voluntaria», se lamenta. Habla en presente porque no tiene intención de detenerse. «Me siento obligada a tratar de proteger nuestro planeta. Por mí y por mis nietos (tiene cuatro)», recalca.
Patrona de barco
Nunca lo ha hecho. Smith, que vive junto a su marido en una preciosa granja del siglo XVI desde donde gestionan, junto a sus dos hijos, veinte alojamientos rurales de lujo y ecológicos, por supuesto, disputa otro batalla en paralelo: la de conseguir que Cornualles se convierta en el primer condado de Gran Bretaña que destierra las pajitas. Para ello ha emprendido ‘The Final Straw Cornwall’, una campaña que cuenta ya con 285 negocios adheridos. «Mi objetivo es que las personas las rechacen cuando se las ofrecen en pubs y restaurantes. Nuestro país consume al año 8.500 millones. Tardan dos siglos en descomponerse y asesinan a 100.000 animales marinos cada año», denuncia.
Apodada por sus vecinosAction Nan” (algo así como “abuela acción”), Smith se puso las pilas cuando cumplió los cincuenta. Un amigo la llevó a navegar y descubrió un «mundo emocionante» en el que quería indagar. Se hizo patrona de barco y cruzó el Atlántico dos veces y otras tantas el Golfo de México antes de los 57. Entonces, el reto fue recorrer Gran Bretaña, de punta a punta -1.400 kilómetros-, para recaudar fondos con los que dotar de un escáner de cabeza a un hospital local. «Las probabilidades se acumulaban en mi contra: mi edad, un poco de sobrepeso, una cadera de reemplazo...», recuerda. Pero entonces descubrió «el poder del pensamiento positivo». Y a partir de ese momento no ha parado de plantearse nuevos desafíos.Action Nan” conoce la fórmula para salir triunfante de ellos..


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